Marie Madeleine

Marie Madeleine

Marie Madeleine

Había una mujer enviada por Dios; vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de la Palabra que estaba en el mundo, por medio de la que el mundo fue hecho… ¡Su nombre era Magdalena! Marie Madeleine Victoire de Bengy de Bonnault d’Houët. Quiero, dijo, estar asociada con religiosas que se llamarán Fieles Compañeras de Jesús.


Cuando quienes ocupaban para la Venerable Marie Madeleine el lugar de Dios le pidieron que escribiera la historia de la fundación de nuestra Sociedad, ella contó la historia de la acción de Dios en su vida, como Ignacio había hecho antes que ella. Sus amigos, los encuentros por casualidad, las relaciones inspiradas en la fe, la oración, los tiempos buenos y los malos, los tiempos de repugnancia, de estar desolada e inconsolable, los tiempos de consolación y gratitud, de una paz tan perfecta y hermosa, los tiempos de saber y los de no saber – todos ellos fueron los medios en que Dios se le iba revelando a ella y en ella, donde Dios iba creándola a ella y por ella.

La primera experiencia que Marie Madeleine narra es un momento de “no saber”; No importa, dice su confesor, algún día verás que tengo razón… Algunos años después una santa mujer conocida le da un mensaje: Dios quiere darte grandes gracias pero precisa tu cooperación… Poco después coincide “por casualidad” con un sacerdote misionero:

Dios quiere todo tu corazón. Debes entregárselo sin reservas.

En su relato de sus experiencias, de su historia, hay abundantes resonancias con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y podemos observar como su apertura a Dios y su disponibilidad van creciendo. Nuestro Señor, sin embargo, me ayudó a resignarme y a ofrecerme completamente a cumplir su santa y adorable voluntad. Ignacio dice que es esencial para quien hace los Ejercicios entrar en ellos con gran ánimo y generosidad hacia su Creador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su Divina Majestad, se sirva de su persona y de todo lo que tiene conforme a su santísima voluntad.

Fue haciéndose más consciente y sensible de la acción creativa de Dios en toda su vida y, en noviembre de 1816, hizo un retiro dirigida por el Padre Sellier, SJ. En realidad, dice, fue Dios mismo quien dirigió el retiro. El director de los Ejercicios… debe permitir obrar directamente al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor (Ejercicios Espirituales). Marie Madeleine tuvo una profunda experiencia de cómo un Creador amoroso y generoso obra tan íntimamente con cada persona, invitándonos a la comunión y a la colaboración con él.

Siguió reconociendo a Dios obrando “directamente” con ella en todas las circunstancias del camino de su vida y su respuesta fue profundizándose. Experimentó que Dios iba haciendo surgir en ella sus propios deseos más profundos:

Dios mío, sólo deseo que se cumpla tu santa voluntad… dame la gracia de cumplirla tan pronto como se me dé a conocer.

Aquí tenemos a una mujer que sabe lo que quiere, pero también sabe que vivir esa indiferencia, ese deseo de hacer lo que más lleve al fin buscado, es fruto de la gracia. Sólo Dios podía cambiar mi corazón y conquistar mi resistencia, diría más tarde.

Unos meses después repite esa misma oración: sólo deseo que se cumpla tu santa voluntad… dame la gracia de cumplirla con fidelidad… Al responder fielmente a Dios en las circunstancias de cada día, de cada nueva experiencia, de cada nueva relación, empieza a captar lo que se le pide a largo plazo.

Mientras contemplaba el crucifijo en la fiesta del Sagrado Corazón, se ve permeada por el Tengo Sed que ve revelado allí, y en sus propias palabras:

Me ofrecí a Dios con todo mi corazón para todo lo que me pidiera.

Un año después hizo otro retiro, esta vez dirigido por el P. Varin. Durante todo el retiro experimentó una gran sequedad espiritual y oscuridad. Al día siguiente, Nochebuena, de repente me sentí completamente transformada. No vi ni oí nada extraordinario, pero el sermón y las tres misas parecieron durar sólo un cuarto de hora. Me sentía inundada de una paz insuperable e indescriptible. Mi voluntad se cambió completamente y cambió para siempre. Desde ese día… dejé de negociar con Dios; ya no pensé en renunciar a todo el proyecto como ya había hecho repetidamente. Estaba tranquila y resignada a todo lo que Dios pidiera. Me doy cuenta de que las palabras que uso son inadecuadas para expresar lo que tuvo lugar.

Pero la historia no termina aquí; tenían que pasar más de dos años de sufrimiento y pruebas, de lucha, de desafíos, y de una confirmación gradual antes de la fundación, del nacimiento, de la nueva creación, de la Sociedad en el corazón de Marie Madeleine. Se le avisa que la obra de Dios se realizará en ella mediante cruces, abandonos y humillaciones; lo acepta: Ni rechazo esos medios ni ningún otro, ni nada de lo que Dios elija para nosotras. Con una reticencia fascinante y conmovedora, cuenta sencilla y directamente la historia llena de dolor de esos dos años. Confía a sus compañeras esta historia oscura para mostrar que no ha contado para nada en la fundación de la Sociedad y para que vean cómo Dios en su bondad lo ha hecho todo él mismo. 

En algún momento de este período Marie Madeleine pasó algún tiempo en el noviciado de las Religiosas del Sagrado Corazón, en Amiens. Ella no nos cuenta nada de esta experiencia; la información que tenemos procede de los archivos de estas religiosas. Sabe que descubrimos los detalles concretos de nuestra vocación al rezar con nuestra historia, con cómo Dios nos ha ido mostrando su bondad a lo largo de la vida. Sabe que el poder de Dios, que es dulce, que nos sostiene y es creador, se nos hace presente, fortaleciéndonos, incluso en los momentos más desoladores, más difíciles.

Ya hacia el final de este periodo hizo otro retiro y volvió a rezar: Dame a conocer tu santa voluntad y dame la gracia de realizarla con fidelidad y gozo tan pronto como me sea dada a conocer. Toma, Señor, y recibe, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad… Tú me lo has dado… Dame sólo tu amor y tu gracia que ésta me basta (Ejercicios Espirituales).


Tal vez te preguntes qué aspecto tenía Marie Madeleine

Sabemos que era de baja estatura y nunca la describieron como hermosa. Pero por sus ojos brillantes y sonrisa radiante, por su vivacidad e ingenio, siempre la consideraban atractiva.

Sabemos que tras la muerte de Joseph y según era costumbre, iba vestida como una viuda, con un gorro negro con velo y un chal negro. Esta vestimenta de viuda se convirtió en el hábito de las Fieles Compañeras de Jesús.

La image muestra a la Madre Julie Guillemet (1807-1858), una de las primeras compañeras de Marie Madeleine, con gorro y chal negros.

Con el tiempo las hermanas hicieron algunos pequeños cambios al hábito y los retratos de Marie Madeleine se fueron ajustando según esos cambios. Parecía que lo sombrío del retrato ocultaba la vivacidad de la persona.

Desde hace unos años nosotras, como ella, nos vestimos según las costumbres de nuestra época y hemos elegido representarla como mujer… como hija, hermana, esposa, viuda, madre, como fundadora y mujer consagrada.

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